CITAS

IN MEMORIA SCRIPTORUM
En este espacio iré incluyendo una serie de citas que, ya sea por su belleza estética o por su profundidad, considero dignas de reparo y, espero, asombro (como son para mí) por parte de los lectores. La compilación es totalmente arbitraria y miscelánea, sin pretensión de tratar ningún tema en concreto o hacer una clasificación de etiqueta. En algunas citas explico brevemente el porqué de mi asombro.
Rescatemos, pues, el testimonio de esos eternos soñadores que se han atrevido a decir cosas importantes. Una importancia marcada normalmente por su heterodoxia, novedad o puro genio. A ellos solos corresponde la gloria y el recuerdo. De hecho el honor que les brindamos responde a un doble motivo: de un lado, la gracia sutil de sus ideas, y de otro la valentía de haber hecho tales afirmaciones.

I
“El hombre, dicen, es un animal racional. No sé por qué no se haya dicho que es un animal afectivo o sentimental. Y acaso lo que de los demás animales le diferencia sea más el sentimiento que no la razón. Más veces he visto razonar a un gato que no reír o llorar. Acaso llore o ría por dentro, pero por dentro acaso también el cangrejo resuelva ecuaciones de segundo grado.” (DE UNAMUNO, MIGUEL. Del sentimiento trágico de la vida. Madrid, Alianza Editorial: 1997).

II
“Para el hombre existir es encontrarse teniendo que ser aquí y ahora. Aquí y ahora, a su vez, son meras abreviaturas simbólicas que designan el mundo en que vivimos, el cual no es cualquiera, no nos es dado elegirlo, sino que es precisamente este de aquí y ahora. El “aquí” manifiesta cierta holgura dentro de la cual podemos movilizarnos a capricho, pero siempre tendremos que estar en algún preciso “aquí”, del más amplio pero no menos preciso “aquí”, que es este mundo. Este mundo no se compone de cuerpos físicos. La física es una ciencia maravillosa, pero no es más que una ciencia y el mundo que nos define es sólo una interpretación del auténtico mundo, que es este en que vivimos y que, por ello, nos induce a hacer física. El mundo se compone de todo y sólo lo que nos afecta o importa positiva o negativamente. Es tan distinto del que la física nos describe, que nuestro mundo se compone en gran parte de cosas que no hay, de las cuales hay sólo su falta, su defectividad, su deplorable hueco y que, precisamente por ser todo esto, nos afectan o importan. El mundo se compone sólo de lo que nos es. El “ser en sí y por sí” del mundo, aparte de nosotros, sin relación al cada cual que uno es, significa ya un ser secundario, derivado, interpretativo e hipotético. El sentido primordial de ser es sernos. También cada cual se-es, quiera o no, a sí mismo.” (ORTEGA Y GASSET, JOSÉ. Historia como sistema y otros ensayos de filosofía. Madrid, Alianza Editorial: 1981).

III
“Esto quiere decir que la vida consiste en una serie de dificultades que es preciso resolver; unas, corporales, como alimentarse; otras, llamadas espirituales, como no morirse de aburrimiento. A estas dificultades reacciona el hombre inventando instrumentos corporales y espirituales, que facilitan su lucha con aquéllas. La suma de estas facilidades que el hombre se crea es la cultura. Las ideas que sobre las cosas nos forjamos son el mejor ejemplo de ese instrumental que interponemos entre nosotros y las dificultades que nos rodean. Una idea clara sobre un problema es como un aparato maravilloso que convierte su angustiosa dificultad en holgada y ágil facilidad. Pero la idea es fugaz; un instante alumbra en nosotros el claror, como mágico, de su evidencia, mas a poco se extingue. Es preciso que la memoria se esfuerce en conservarla. Pero la memoria no es capaz siquiera de conservar todas nuestras propias ideas e importa mucho que podamos conservar las de otros hombres. Importa tanto, que es ello lo que más caracteriza nuestra humana condición. El tigre de hoy tiene que ser tigre como si no hubiera habido antes ningún tigre; no aprovecha las experiencias milenarias que han hecho sus semejantes en el fondo sonoro de las selvas. Todo tigre es un primer tigre; tiene que empezar desde el principio su profesión de tigre. Pero el hombre de hoy no empieza a ser hombre, sino que hereda ya las formas de existencia, las ideas, las experiencias vitales de sus antecesores, y parte, pues, del nivel que representa el pretérito humano acumulado bajo sus plantas. Ante un problema cualquiera, el hombre no se encuentra sólo con su personal reacción, con lo que buenamente a él se le ocurre, sino con todas o muchas de las reacciones, ideas, invenciones que los antepasados tuvieron. Por eso su vida está hecha con la acumulación de otras vidas; por eso su vida es sustancialmente progreso; no discutamos ahora si progreso hacia lo mejor, hacia lo peor o hacia la nada.” (ORTEGA Y GASSET, JOSÉ. Obras completas. Tomo V: La misión del bibliotecario. Madrid: Alianza Editorial, 1983).

IV
“-Pero, ¿no se puede aprender la filosofía?
-La filosofía no se aprende. La filosofía es el matrimonio entre las ciencias y el genio que las aplica. La filosofía es la nube resplandeciente en que puso Dios el pie para subir a la gloria.” (DUMAS, ALEXANDRE. El conde de Monte-Cristo. Barcelona, Círculo de Lectores: 1970).

V
“El bosque de Rocca-Bianca hallábase situado en la cumbre de un montecillo que antiguamente había sido un volcán, volcán extinguido antes que Rómulo y Remo hubiesen abandonado Alba para ir a fundar Roma.
La pareja llegó a la cima y se encontraron cara a cara con veinte bandidos.
-Aquí tenéis un joven que os busca -dijo el centinela.
-¿Y qué quieres de nosotros? -preguntó el que hacía las veces de capitán en ausencia de éste.
-Quiero deciros que estoy fastidiado de ser pastor -replicó Vampa.
-¡Ah! ¡Ya! -dijo el teniente-. ¿Y vienes a pedirnos que te alistemos en nuestra partida?
-Bien venido seas -gritaron muchos bandidos de Ferrusino, de Pampinara y de Anagui que habían reconocido a Luigi Vampa.
-Sí, pero vengo a pediros otra cosa más que ser vuestro compañero.
-¿Y qué es? -dijeron los bandidos con asombro.
-Vengo a pediros ser... vuestro capitán -dijo el joven con aire resuelto.
Una estrepitosa carcajada contestó a este rasgo de audacia.
-¿Y qué has hecho para aspirar a tal honor? -preguntó el teniente.
-He matado a vuestro jefe Cucumetto, cuyos despojos tenéis a vuestra vista -dijo Luigi-, y he incendiado la quinta de San Felice para dar un traje de boda a mi novia.
Una hora después Luigi Vampa era elegido capitán en reemplazo de Cucumetto.” (DUMAS, ALEXANDRE. El conde de Monte-Cristo. Barcelona, Círculo de Lectores: 1970).

VI
“Y entonces, en esta noche tranquila, sobre el reposo de la huerta y de la ciudad dormida, yo sentí que por primera vez entraba en mi alma una ráfaga de honda poesía y de anhelo inefable.” (AZORÍN. Las confesiones de un pequeño filósofo. Thule Ediciones, 2003).

VII
“Sensación de languidez infinita, que va en forma de onda, desde el minuto que sentimos pasar, hasta la hoja amarilla que cae del árbol. El tiempo con sus giros y la eternidad con sus tumularias losas.” (AZORÍN. Novelas. Vol. II: Félix Vargas. Madrid, Biblioteca Castro: 2012).

VIII
“Él no creía ni dejaba de creer. Él hubiese querido que aquella religión tan grandiosa, tan artística, hubiera ocultado sus dogmas, sus creencias y no se hubiera manifestado en el lenguaje vulgar y frío de los hombres, sino en perfumes de incienso, en murmullos del órgano, en soledad, en poesía, en silencio. Y así, los hombres, que no pueden comprender la divinidad, la sentirían en su alma, vaga, lejana, dulce, sin amenazas, brisa ligera de la tarde que refresca el día ardoroso y cálido (...)
Pero que no le explicaran, que no le dijeran que todo aquello se hacía para no ir al infierno y no quemarse en lagos de azufre líquido y calderas de pez derretido; que no le hablasen, que no le razonasen, porque la palabra es el enemigo del sentimiento; que no trataran de imbuirle un dogma; que no le dijeran que todo aquello era para sentarse en el paraíso al lado de Dios, porque él, en su fuero interno, se reía de los lagos de azufre y de las calderas de pez, tanto como de los sillones del paraíso.
La única palabra posible era amar. ¿Amar qué? Amar lo desconocido, lo misterioso, lo arcano, sin definirlo, sin explicarlo. Balbucear como un niño las palabras inconscientes. Por eso la gran mística Santa Teresa había dicho: “El infierno es el lugar donde no se ama”. (BAROJA, PÍO, Camino de perfección, Madrid, Alianza Editorial, 2004).

IX
“¿Tenía yo razón para volverme a indignar? Sí, yo me he vuelto a indignar en la medida discreta que me permite mi pequeña filosofía. Y después, cuando ha tocado una campana y he visto cruzar a lo lejos una larga fila de colegiales con sus largas blusas, yo, aunque pequeño filósofo, me he estremecido, porque he tenido un instante, al ver estos niños, la percepción aguda y terrible de que “todo es uno y lo mismo”, como decía otro filósofo, no tan pequeño; es decir, de que era yo en persona que tornaba a vivir en estos claustros; de que eran mis afanes, mis inquietudes y mis anhelos que volvían a comenzar en un ritornelo doloroso y perdurable. Y entonces me he alejado un poco triste, cabizbajo, apoyado en mi indefectible paraguas rojo.” (AZORÍN. Las confesiones de un pequeño filósofo. Thule Ediciones, 2003).

X
“La mentira es el único privilegio del hombre sobre todos los demás animales. Mientes… ¡pues ya alcanzarás la verdad! Porque soy hombre es precisamente por lo que miento. Ni una sola verdad podrías alcanzar si antes no mintieses catorce veces, y hasta ciento catorce veces, lo cual representa un honor sui generis (…) Mentir con gracia, de un modo personal, es casi mejor que decir la verdad, al estilo ajeno; en el primer caso eres hombre, ¡en el segundo no pasas de ser un papagayo! La verdad no echa a correr, pero a la vida se la puede zarandear…” (DOSTOIEVSKY, FIÓDOR. Crimen y castigo, Barcelona, Editorial Planeta, 1982).

XI
Raskolnikov y Sonia, descubriendo la mutua pasión que sienten en su alma, descubren que a Rakolnikov la sentencia le condena a siete años de trabajos en prisión. Es muy interesante cómo se toma el protagonista este hecho, después de tantos meses de auténtico sufrimiento por un crimen que nunca consiguió soportar. Ahora atisba un halo de luz al fondo, muy al fondo del camino, dentro de siete años, y le parece eso el paraíso:

“Resolvieron aguardar y tener paciencia. A él le faltaban todavía siete años; y hasta entonces, ¡cuánto tormento insufrible y cuánta infinita dicha! ¡Para él había resucitado y lo sabía, lo sentía con todo su ser renovado, y ella… ella vivía únicamente de la vida de él!” (Crimen y castigo, Barcelona, Editorial Planeta, 1982).

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